lunes, 10 de diciembre de 2012

Temporal

Las noches lluviosas siempre le dieron un poco de miedo a Victoria. Quedarse en su casa y escuchar los truenos la hacía volver a sus 5 años, pero ahora sin tener a su mamá para que alejara el temor.
El 19 de diciembre comenzó a lloviznar en Buenos Aires a las 8 de la noche, mientras ella viajaba en el colectivo 15 hacia su departamento en Chacarita desde su trabajo en Vicente López. La caída de agua era cada vez más pronunciada y sabía que algunas avenidas por las que debía pasar con el transporte se inundaban, lo cual generó preocupación en ella. A las 8.30 el diluvio era constante y el agua en avenida Cabildo ya superaba el metro de altura. Por eso, en la intersección con Federico Lacroze, el colectivero decidió detener su marcha y hacer que los pasajeros desciendan. Como Victoria estaba a 8 cuadras de su casa, se bajó y caminó. Pero la inundación era cada vez mayor y le costaba desplazarse porque el agua le llegaba a la cintura. Cuando cruzó Conde se dobló el tobillo, cayó y el agua comenzó a arrastrarla por unos 50 metros hasta que se pudo agarrar de un poste. Un muchacho que caminaba por allí la ayudó a incorporarse. El nivel de la lluvia era cada vez mayor y el agua ya había superado el metro y medio.
Ella trataba de tranquilizarse pensando en su infancia y las tardes que pasaba con su madre jugando o pintando para distraerse y no escuchar los truenos. Pero la situación era desesperante y todavía le faltaban 3 cuadras para llegar. Volvió a caerse y la corriente comenzó a llevársela. Le resultaba imposible levantarse y comenzó a faltarle la respiración. Trató de recomponerse hasta que se desmayó.
A los 2 meses abrió los ojos y se encontró en un hospital conectada a un respirador. Otra vez llovía en la ciudad y la única que estaba en esa habitación era su madre, quien luego de besarle la frente, la miró y le dijo: "No te preocupes, todo va a estar bien".