miércoles, 23 de julio de 2014

Premura

Ramiro era fanático de la velocidad. Iba todos los viernes al autódromo a ver las picadas y disfrutaba de cada carrera. Los autos en sí no eran su pasión, sólo le importaba que tuvieran una buena estabilidad y que aceleraran en el menor tiempo posible. Por eso se había comprado un BMW con lo que ahorró durante 6 años. Le gustaba manejarlo en rutas lo menos transitadas posibles así podía hacerlo llegar a los 180 kilómetros por hora. A su novia, Marina, esto no le gustaba para nada. Tenía la sensación de que en algún momento ocurriría un accidente y por eso la atemorizaba viajar en su vehículo. Tal era el temor que si iban a algún lugar juntos ella llegaba en taxi o colectivo.
Para las vacaciones del 2012 habían planeado ir a San Juan y Ramiro había insistido en hacer el viaje en auto prometiendo no ir muy fuerte porque sabía que Marina era capaz de bajarse del mismo y subirse a un micro. Ella aceptó bajo esa condición y así comenzó el recorrido, que duraría 10 horas, a las 2 de la mañana, para aprovechar bien el día.
A la altura de Junín, comenzó a subir la velocidad sin que su novia dormida se diera cuenta. Llegó a los 150 km/h a las 4.30 de la madrugada por lo que la visibilidad era mínima, ya que un manto de niebla cubría la ruta. Ramiro no se dio cuenta que había una curva y se fue directamente a la banquina provocando que el auto comenzara a dar vuelcos sin detenerse. Para colmo, ninguno de los airbags se había activado por el impacto. Su novia había perdido la conciencia luego de golpearse la cabeza contra el techo. Una vez que pararon de girar, él salió como pudo del auto pero cuando quiso sacar a Marina del vehículo se desmayó por las heridas en todo su cuerpo.
Se despertó a los cinco días en la terapia intensiva de un hospital zonal. Su madre estaba acompañándolo día y noche. Le preguntó por Marina varias veces pero no le dijo nada. Cuando lo pasaron a una sala común, un psicólogo entró a su habitación y le contó la verdad: Marina había fallecido dos días atrás como consecuencia de las múltiples heridas que le generó el choque. Ramiro estaba desconsolado porque sentía que todo había sucedido por su culpa. Dos semanas más tarde le dieron el alta y desde lo ocurrido no volvió a manejar más. Su madre lo lleva a visitar a Marina, cuyos restos descansan en el Cementerio de la Chacarita.