martes, 30 de marzo de 2010

Superlógico

Johnatan era fanático de Los Redonditos de Ricota. Donde ellos tocaran, él iba con su hermana Celeste y su primo Fabian a verlos, sin importar si era en Jujuy o Ushuaia. Ellos sabían todos los temas de principio a fin y se habían hecho un tatuaje con el logo del disco "Oktubre" en el pecho del lado del corazón. Una vez, gracias a un amigo de Fabián, tuvieron la posibilidad de conocer al Indio Solari y charlar un rato. Ese fue el momento más memorable de sus vidas ya que vivían para la banda: tenían remeras, posters, carpetas, mochilas y todo lo que refiriera a sus ídolos.
Un día fueron al estadio mundialista de Mar del Plata a uno de los recitales. Desde que abrieron las puertas a las ocho de la noche hubo corridas e incidentes con quienes querían ingresar sin entradas. Encima, con el recuerdo de lo sucedido a Walter Bulacio, el temor entre los tres chicos a que pasara algo crecía con el correr del tiempo. En un momento, Johnatan se separó del resto debido a la muchedumbre que escapaba de las balas de goma y los camiones hidrantes de la policía. Celeste y Fabián lo buscaron por todos lados pero no lo encontraron. Ya se acercaba la hora del concierto, por lo que decidieron entrar para ver si podían hallarlo en el campo. Dos horas y media después, cuando los Redonditos terminaron de tocar, aún no tenían noticias del chico.
Esperaron a que saliera todo el público y miraron entre la gente a ver si lo reconocían, pero nada. Entonces se acercaron a un patrullero y a uno de los policías que estaba adentro, Celeste le dijo:
- Mire, estamos buscando a mi hermano. Tiene 17 años, mide 1.70 mts. tiene el pelo negro, un arito en la boca y una remera negra con el logo de los redondos. No lo podemos encontrar por ningún lado. Necesitamos que nos ayude.
- Entre los heridos, si no me equivoco, hay un chico con las características que me describís. Tendrías que fijarte en el hospital.
- ¿A cuál lo llevaron?
- Al interzonal de agudos que está sobre la avenida Juan B. Justo.
Como quedaba cerca, caminaron algunas cuadras y cuando llegaron se encontraron con que Johnatan estaba en terapia intensiva por dos balazos de goma que le impactaron en el pecho y la cabeza. Así permaneció durante veinte días. En un principio las heridas parecían no ser tan graves, se descubrió que el golpe en la cabeza le generó un traumatismo que podía implicar la pérdida total del habla. Igual, gracias a la efectividad de los médicos, no tuvo serias consecuencias y, luego de un mes y tres días, salió del hospital hacia su casa en Buenos Aires. Si bien el susto fue fuerte, nada pudo impedir que siguiera yendo a ver a los redondos, aunque ahora desde la platea.

martes, 9 de marzo de 2010

Noticia

Hay días en que las cosas salen mal y parecen no tener solución. ¿Quién no tuvo esa sensación de querer que pasen las 24 hs de una vez para que cambie la realidad? A Maxi le pasó varias veces, pero la última vez fue diferente al resto. Se levantó a las 7 de la mañana y se metió a bañar. Mientras se lavaba la cabeza vio como la presión del agua de la ducha disminuyó hasta acabarse completamente. Como pudo se sacó el jabón del pelo y se secó. Desayunó y se despidió de su mujer quien a la tarde tenía que ir al médico porque no se sentía muy bien desde hacía varios días. Salió de su casa hacia la empresa de seguros donde trabaja, y mientras estaba parado en un semáforo con el auto lo chocó un Duna Bordó de atrás. Si bien el impacto no fue grande, se le hundió un poco el baúl. Igualmente en la oficina iba a hacer el trámite para arreglarlo. Para colmo de males, y con el tiempo que le llevó tomarle los datos al otro chofer, llegó tarde a su labor por lo que fue reprendido por su jefe. Sentía que las cosas no podían salirle peor, pero el día recién comenzaba.
Cuando se sentó en su escritorio y prendió la computadora vio que tenía un correo con una lista de 20 vehículos a los que les había tomado mal la patente por lo que no se les podría tramitar la póliza. Por eso tuvo que llamar cliente por cliente para comunicarles que debían acercarse a la empresa a firmar los papeles que iban a ser corregidos. "Para qué me levanté de la cama", pensó mientras el sexto comprador lo maltrataba por hacerle perder el tiempo al ir hacia allá. A esto había que sumarle la disputa con sus compañeros por ver quién era el que más trámites gestionaba para cobrar mayor comisión. Como él era uno de los primeros, sus pares le tenían envidia y prácticamente no lo saludaban. La situación no era para nada cómoda, pero se la tenía que bancar sabiendo lo duro que está conseguir un trabajo bien pago.
Al salir de allí comenzó a pensar en su mujer. Esperaba que sus malestares no fueran nada grave ya que no quería recibir malas noticias, y menos con el día que tenía. Pasó a dejar el auto en el taller y cuando estaba a punto de llegar se dio cuenta de que se había olvidado la billetera arriba del escritorio con los papeles que tenía que entregarle al mecánico. Tuvo que volver a la oficina a buscar todo porque sino no le iban a arreglar el vehículo y además sabía que corría riesgo de perder la plata y los documentos. Una vez que los recuperó dejó el coche y se tomó un taxi hacia su casa. Encima el taxista se perdió y lo llevó por cualquier camino, por lo que el viaje le salió el doble de precio. Cuando finalmente llegó ya eran las 9 de la noche. Su esposa lo recibió y le dijo con los ojos llenos de lágrimas:
- Hay algo que quiero contarte.
- Tiene que ver con tus malestares, ¿no? (Ella asintió con la cabeza). ¿Qué te dijeron? ¿Es algo grave? ¿Tenés que hacer algún tratamiento?
- (Ella lo interrumpió) Estoy embarazada.
Habían estado dos años buscando un hijo sin poder lograrlo. Hasta estuvieron pensando en la adopción como posibilidad, más allá de que Maxi quería seguir intentando porque tenía fé de que iban a poder conseguirlo. A él se le iluminó la cara y no podía dejar de sonreir. Abrazó inmediatamente a su mujer y, mientras lo hacía, pensó que por más terrible que haya sido su día, esa noticia opacaba todo lo malo y lo convertía en uno de los más felices de toda su vida.

jueves, 4 de marzo de 2010

Pasión

Para Luciano, los autos ocupan el 90 por ciento de su vida. Desde chico coleccionaba los de juguete y de adolescente fue a una escuela técnica especializada en ese ámbito. Él trabajaba de mecánico en un taller en la calle Warnes y además, todos los viernes por la noche corría en el autodromo de Buenos Aires con un Fiat Uno especialmente preparado. No había nada que no supiera sobre el arreglo de un automóvil. A tal punto, que le gustaba desarmarlos completamente solamente por diversión y para probarse a sí mismo.
Un viernes se disputaba un campeonato de la marca Fiat en el Gálvez y por supuesto no podía faltar el Uno. Sabía que tenía mucha competencia ya que había coches muy superiores al suyo, pero igualmente lo hacía por apasionado. En la primera carrera se enfrentó a un 128 al que ampliamente superó. En la segunda, el contrincante fue más difícil: un Duna con un motor más grande. A este pudo vencerlo debido a un desperfecto técnico en la mitad de la competición. La tercera carrera fue la decisiva. Un auto exactamente igual al de Luciano. Para colmo, con el conductor del mismo ya había tenido problemas anteriormente por una mujer que ambos querían. Por eso, sabía que tenía que ganar sí o sí para demostrar que era mejor.
Cuando la bandera de largada dio inicio a la carrera, los dos salieron muy parejos. Sólo había una vuelta para declarar un ganador, por lo que exigieron sus autos al máximo. En una curva muy cerrada, su rival lo encerró produciendo el descontrol y posterior vuelco del auto. Luciano quedó atrapado entre los fierros del coche. Los bomberos tuvieron que ayudarlo a salir y luego una ambulancia se lo llevó al hospital Santojanni. Sus piernas fueron las más comprometidas. Cuando un médico lo vio le dijo:
- Mirá, de casualidad no te amputamos los miembros inferiores. Yo confío en que vas a poder volver a caminar con una muy lenta recuperación, pero olvidate de volver a manejar.
En ese instante sintió una gran tristeza, pero sabía que tenía la suerte de estar vivo y por eso se esforzaría para caminar nuevamente. Estuvo internado quince días y luego comenzó con los trabajos de kinesiología.
Un año después, Luciano puedo volver a caminar aunque acompañado de un bastón. Hasta el momento sigue arreglando autos como siempre y no volvió a manejar.