El plan de Marcos era prácticamente infalible. Sólo restaba ponerlo en práctica. Mientras él mantenía cautivo al guardia de seguridad, Juan, Horacio y Hernán metían el dinero de la caja fuerte del banco en los bolsos y después podían escapar por el hueco que harían en la oficina del fondo. El robo se produciría a las 01:53 (horario elegido por Juan quien creía que al dar 9 la suma de los números iban a tener suerte).
A la hora señalada, ingresaron al lugar gracias a una llave que había conseguido Hernán. Al guardia lo amordazaron, golpearon y lo llevaron hasta una de las oficinas de los gerentes. Mientras guardaban la plata en mochilas y bolsos, se escuchó una sirena de policía que se acercaba a toda marcha, por lo que decidieron salir de ahí al instante. No podían entender cómo se habían enterado de lo que estaban haciendo. Tal vez algún vecino vio lo que pasaba y dio aviso. Igualmente, eso no importaba en ese momento, sino ver cómo salir de allí. Hacer el hueco iba a demorar mucho tiempo que no tenían. Por eso, los cuatro subieron hasta la terraza del lugar y decidieron escapar por techos de casas vecinas. Mientras, más patrulleros arribaban a la zona y efectivos policiales se encargaban de seguirlos para atraparlos. Los ladrones decidieron separarse para luego encontrarse en las intersecciones de Moreno e Independencia, donde habría un auto que los estaba esperando. Pero Juan fue el único que llegó. A Hernán y Horacio los encontraron escondidos dentro de una casa y los detuvieron. Marcos, sin embargo, no aparecía por ninguna parte.
Ya llevaba dos horas esperando a sus compañeros cuando le sonó el celular. Era Marcos:
- Juan, escuchame una cosa. A Horacio y a Hernán los metieron adentro. Yo estoy con un bolso en Pampa y Libertador. Venite para acá con el auto así cargamos las cosas y vemos para donde vamos.
- Bueno dale, mirá que hay que tener cuidado de que no se apiole nadie. Si nos agarran con la guita fuimos.
Juan arrancó el auto y fue a encontrarse con Marcos en la dirección convenida. Cuando llegó, se encontró solo. Parado al lado del vehículo sintió que alguien le tomó el brazo y comenzó a forcejear. Era un policía que quería detenerlo. Llegaron cuatro patrulleros con oficiales armados, quienes redujeron al delincuente. Él no vio quién lo esposaba, pero cuando se dio vuelta pudo observar la cara de Marcos, vestido con el uniforme de policía.