La pareja que conformaban Walter y Melisa podría decirse que era casi perfecta (si se tiene en cuenta que la perfección real prácticamente no existe). Llevaban diez años de novios y cinco conviviendo y estaban muy contentos el uno con el otro. Él siempre llegaba del trabajo a su casa con flores y ella, a su vez, lo esperaba con la comida hecha para cenar juntos. Podría parecer algo monótona la relación, pero eran tan felices que no daban lugar a pensar eso.
Un día, Walter estaba trabajando en su oficina cuando golpearon la puerta. Su jefe abrió y le dijo que debía presentarle a su nueva compañera. En ese momento entró una señorita de unos treinta años que inmediatamente lo impactó. Sintió en el pecho algo que no le sucedía desde la primera vez que había visto a Melisa. La mujer lo saludó:
- Hola, mucho gusto. Me llamo Adriana.
- ¿Qué tal? Soy Walter. Un placer y espero que podamos conocernos mejor con el tiempo.
No dejó de pensar ni un segundo en ella, incluso cuando estaba con su mujer. Sentía la necesidad de acercarse, hablarle y, por qué no, invitarla a tomar algo. Parecía no importarle su relación con tal de estar un par de segundos más con Adriana.
Con el correr del tiempo se fueron conociendo, intercambiando celulares y correos electrónicos, hasta que Walter decidió tomar la iniciativa a escondidas de Melisa. Por Facebook, y con el mayor cuidado posible, le escribió: "Adriana, ¿Querés que vayamos a tomar algo?. Hay algo que siento por vos que me supera, pero necesito decírtelo personalmente". A las pocas horas obtuvo una respuesta: "Walter: Espero que sientas lo mismo que yo por vos. Nos encontramos mañana a las 21 en el bar de Sánchez de Bustamante y Rivadavia".
Los dos estuvieron en el lugar acordado y charlaron por más de dos horas. Afuera del lugar, y presenciando todo lo que ocurría, estaba Melisa. La noche anterior, su novio había dejado la sesión de facebook abierta, por lo que ella entró y leyó lo que había escrito. En un momento vio cómo Walter y Adriana se besaron y sintió que debía entrar para poner fin a todo eso. Pero tenía algo mejor planeado en mente.
Al otro día a la mañana, Melisa le dijo a Walter:
- Amor, ¿Por qué no invitas a comer a Adriana?. Estuve charlando con ella el otro día en tu oficina y me cayó muy bien. Me gustaría conocerla un poco más.
Él se puso pálido y le contestó:
- ¿Te parece? No se, no tengo muy buena relación.
- Dale, seguramente sea una buena persona.
Ni bien llegó a la oficina, le comentó la propuesta a su amante y decidieron que, para evitar supuestas sospechas, lo mejor iba a ser que cenaran los tres juntos.
Ese mismo día a la noche, mientras comían, Melisa comenzó a indagar:
- ¿Tenés novio? Porque te podría presentar a un amigo si querés.
- (se puso colorada) Eh... No, pero en este momento prefiero estar sola.
- Por favor, a nadie le gusta estar solo.
- Bueno, seré la primera entonces.
Cuando terminaron la cena, Adriana pidió un vaso de agua porque tenía que tomar una pastilla. Walter hizo el mismo pedido. Esa era la oportunidad de Melisa para comenzar con su plan. Tomó un par de somníferos, los disolvió y les llevó los vasos. Al rato, los dos se desvanecieron y ella tomó una sierra que guardaba en el placard y comenzó a mutilarlos. Brazos, piernas, cabezas, no quedó nada por cortar. Los restos los metió en bolsas y los dejó en la calle para que se los llevaran los basureros. Cuando pasó el camión, el hombre que agarró las bolsas sintió un olor muy fuerte, por lo que decidió abrirlas y ahí fue cuando se encontró con las partes de los cuerpos.
La policía ingresó a la casa de Melisa para arrestarla y se encontró con que la mujer se había ahorcado en su cuarto y había dejado una nota en la que decía: "Se hizo justicia".
Un día, Walter estaba trabajando en su oficina cuando golpearon la puerta. Su jefe abrió y le dijo que debía presentarle a su nueva compañera. En ese momento entró una señorita de unos treinta años que inmediatamente lo impactó. Sintió en el pecho algo que no le sucedía desde la primera vez que había visto a Melisa. La mujer lo saludó:
- Hola, mucho gusto. Me llamo Adriana.
- ¿Qué tal? Soy Walter. Un placer y espero que podamos conocernos mejor con el tiempo.
No dejó de pensar ni un segundo en ella, incluso cuando estaba con su mujer. Sentía la necesidad de acercarse, hablarle y, por qué no, invitarla a tomar algo. Parecía no importarle su relación con tal de estar un par de segundos más con Adriana.
Con el correr del tiempo se fueron conociendo, intercambiando celulares y correos electrónicos, hasta que Walter decidió tomar la iniciativa a escondidas de Melisa. Por Facebook, y con el mayor cuidado posible, le escribió: "Adriana, ¿Querés que vayamos a tomar algo?. Hay algo que siento por vos que me supera, pero necesito decírtelo personalmente". A las pocas horas obtuvo una respuesta: "Walter: Espero que sientas lo mismo que yo por vos. Nos encontramos mañana a las 21 en el bar de Sánchez de Bustamante y Rivadavia".
Los dos estuvieron en el lugar acordado y charlaron por más de dos horas. Afuera del lugar, y presenciando todo lo que ocurría, estaba Melisa. La noche anterior, su novio había dejado la sesión de facebook abierta, por lo que ella entró y leyó lo que había escrito. En un momento vio cómo Walter y Adriana se besaron y sintió que debía entrar para poner fin a todo eso. Pero tenía algo mejor planeado en mente.
Al otro día a la mañana, Melisa le dijo a Walter:
- Amor, ¿Por qué no invitas a comer a Adriana?. Estuve charlando con ella el otro día en tu oficina y me cayó muy bien. Me gustaría conocerla un poco más.
Él se puso pálido y le contestó:
- ¿Te parece? No se, no tengo muy buena relación.
- Dale, seguramente sea una buena persona.
Ni bien llegó a la oficina, le comentó la propuesta a su amante y decidieron que, para evitar supuestas sospechas, lo mejor iba a ser que cenaran los tres juntos.
Ese mismo día a la noche, mientras comían, Melisa comenzó a indagar:
- ¿Tenés novio? Porque te podría presentar a un amigo si querés.
- (se puso colorada) Eh... No, pero en este momento prefiero estar sola.
- Por favor, a nadie le gusta estar solo.
- Bueno, seré la primera entonces.
Cuando terminaron la cena, Adriana pidió un vaso de agua porque tenía que tomar una pastilla. Walter hizo el mismo pedido. Esa era la oportunidad de Melisa para comenzar con su plan. Tomó un par de somníferos, los disolvió y les llevó los vasos. Al rato, los dos se desvanecieron y ella tomó una sierra que guardaba en el placard y comenzó a mutilarlos. Brazos, piernas, cabezas, no quedó nada por cortar. Los restos los metió en bolsas y los dejó en la calle para que se los llevaran los basureros. Cuando pasó el camión, el hombre que agarró las bolsas sintió un olor muy fuerte, por lo que decidió abrirlas y ahí fue cuando se encontró con las partes de los cuerpos.
La policía ingresó a la casa de Melisa para arrestarla y se encontró con que la mujer se había ahorcado en su cuarto y había dejado una nota en la que decía: "Se hizo justicia".
Wow.. me encantó. Me encanta el rumbo que esta tomando este blog.Y te felicito por que cada vez hay mas adeptos :) escribís muy bien :) Éxitos en este proyecto amor..Te amo muchisimo :)
ResponderEliminarSe fue al carajo Melisa. Hija de turra le hubieras pegado un par de bifes !!!
ResponderEliminarMala, Mala, Mala eres, no se mata a quien se quiere .....
ResponderEliminarChe!!.. pero esta pasa en la noche, despues en el dia, despues en la noche, dia, noche, dia, noche, dia, noche... en el cielo :)
ResponderEliminarEL BASURERO AHORA TIENE EN SU LIVING DOS CABEZAS COLGANDO. LAS PERPETUÓ CON ALMIBAR DE LOS DURAZNOS ARCOR QUE LE VINIERON EN LA CAJA DE FIN DE AÑO.
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