sábado, 9 de enero de 2010

Condena

Rodrigo es telemarketer en una empresa nacional que vende electrodomésticos. Su horario de trabajo es de 15 a 22, y cada vez que sale de la oficina camina 3 cuadras hasta la avenida Rivadavia donde lo espera su padre para llevarlo hasta su casa. Una noche, cuando estaba a punto de llegar a la segunda esquina, escuchó un disparo y un grito de una mujer. Se paralizó ante la situación y dos segundos después vio cómo un hombre vestido de policía salía corriendo de una vivienda. En otra ocasión no hubiera hecho nada, pero al notar que nadie persiguió al supuesto asesino decidió entrar a ver qué había sucedido. Abrió la puerta y cruzó un pasillo largo que daba a un patio. Allí había otras tres puertas y decidió pasar por una de ellas. En ese momento se encontró con una mujer desnuda muerta tirada arriba de una cama y bañada en sangre. Sintió que se desmayaba por la impresión de lo que estaba viendo pero se mantuvo en pie y se acercó a la víctima. Estaba atada de pies y manos y daba la impresión de que la habían apuñalado reiteradas veces. Rodrigo dio un paso y sin querer pateó un arma que estaba tirada en el suelo. Cometió el error de agarrarla y apoyarla en la mesa de luz.
El hombre decidió que tenía que llamar a la policía para notificar lo ocurrido. Antes de que pudiera siquiera tomar su celular ingresaron tres oficiales armados, quienes lo obligaron a levantar las manos y mirar contra la pared. Él les dijo:
- Yo no tengo nada que ver. Escuché un tiro, entré a ver qué pasaba y me encontré con esto.
- ¿Ah si? Mirá qué casualidad. No sos el primer asesino que nos quiere versear con ese cuento.
- Pero les juro que no hice nada.
- Callate infeliz y poné las manos contra la pared. Ya vamos a ver si tenés o no algo que ver.
Más policías entraron al lugar y se llevaron a Rodrigo detenido. En la comisaría, lo metieron en un cuarto y un comisario comenzó a interrogarlo.
- Dale pibe, cantá. ¿Qué tenés que ver con el asesinato de esa pobre mina?
- Nada, le juro que nada. Yo pasé por ahí, escuché un tiro, ví a un hombre que salió corriendo de esa casa y como pensé que no había nadie entré para saber qué había pasado.
- (Le pega una trompada) Mirá pelotudo, no me hagas perder el tiempo. Confesá lo que hiciste y listo.
En ese momento abre la puerta otro policía que le dice al comisario:
- Jefe, sacamos las huellas del arma y coinciden con las de este.
Rodrigo mirá sin entender y replica desesperado:
- Yo tomé el arma y la puse en la mesa de luz, pero nada más.
- Claro, porque querías hacernos el favor de dejar todo en orden así no teníamos tanto trabajo, ¿no?. (Al otro policía) Oficial, hay que trasladar al detenido al penal de Marcos Paz, donde va a tener que esperar una resolución. Ya tenemos la orden del juez.
- Enterado comisario.
Lo toma a Rodrigo del pelo, lo levanta y se lo lleva.
Pasaron cinco meses desde ese desafortunado momento y el juicio había llegado a su fin. El juez Zarazola daba una determinación.
- Teniendo en cuenta las evidencias presentes en el caso del asesinato de Renata Morales, se ha tomado la siguiente decisión: condenar al único acusado, Rodrigo Jerez, a la pena de veinte años de prisión de cumplimiento efectivo por ser el responsable material del hecho.
En ese instante, Rodrigo se tomó la cabeza y comenzó a llorar. Luego, mientras era trasladado a su celda, comenzó a pensar en sus familiares. Sabía que iba a ser una larga estadía en ese infierno, pero tenía la esperanza de que en algún momento se hiciera justicia y pudiera recuperar la paz que le habían robado al culparlo por un crimen que nunca cometió.

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